viernes, 28 de agosto de 2009

QUÉ A FAVOR Y QUÉ EN CONTRA DE LAS COMUNIDADES DE APRENDIZAJE

Una de las críticas a las comunidades de aprendizaje proviene de los sectores que piensan la escuela como un lugar de transmisión de conocimientos académicos. Y no debemos olvidar que esta es una de las principales funciones de la escuela, formar al niño y al adolescente para el desarrollo de una profesión que le permita ser una persona independiente y generar una riqueza económica no sólo para sí sino también para el país.
Es bien sabido que los países que han logrado desarrollar un capital humano altamente cualificado, han resultado ser potencias económicas mundiales. Está probada la relación directa entre formación y riqueza y entre no formación y delincuencia. El progreso económico, es por tanto consecuencia de las sociedades donde se lleva a cabo una educación orientada a una fuerte formación.
En una comunidad de aprendizaje donde se pone especial énfasis en la inteligencia emocional, el desarrollo de la capacidad crítica, la cooperación, la explotación de las potencialidades de cada niño, dejando de lado el estricto seguimiento de un currículo académico, puede parecer a ojos de los defensores de la excelencia académica, un modelo de escuela insuficiente y precario.
El debate está servido ya que la escuela tradicional ha servido de modelo predominante en los países motores de riqueza. Por tanto, si ha resultado bueno hasta ahora, cabe pensar que los problemas actuales estén forzando un reajuste escolar, pero no que sea necesario un cambio radical. Así pues el razonamiento seria conservar aquello que nos sirve y mejorar lo que ya no resulta eficaz. En este punto del debate se suele llegar al convencimiento de que el lastre es la acuciante pérdida de valores de la sociedad, la falta de disciplina y el respeto.
Se duda entonces de que en una comunidad de aprendizaje donde se prime el interés del niño, se aplique una baja disciplina y se intente igualar las diferencias mediante la apreciación de cada una de ellas como un valor en sí mismo, se puedan mejorar los resultados que actualmente se están consiguiendo en la escuela tradicional.
El modelo curricular de una comunidad de aprendizaje se basa en la integración, es decir en la transversalidad, en la realización de proyectos interdisciplinares que permitan unir las distintas áreas del conocimiento, con la finalidad de permitir al niño que alcance una visión global compacta, real y práctica y desterrar la fragmentación del saber que se da en las escuelas convencionales.
Pero todas las tendencias tienen detractores. A veces debido a la ignorancia del proyecto, a la desconfianza en los cambios, a la condición de proyecto minoritario probado en un porcentaje de centros pequeño, (lo cual deja dudas sobre si los efectos serian mayoritariamente positivos de generalizarse el modelo a toda la población escolar) o a la reticencia sobre si en la profesión docente hay preparación suficiente para implantarlo con éxito.
Sin embargo dicen que las escuelas acogidas en este proyecto consiguen buenos resultados y que aquellas que han cambiado el modelo han mejorado considerablemente respecto al modelo anterior.
La clave parece ser el equipo humano cuya ilusión y sueño (éste es una de las fases del proceso) logran el esperado éxito.
Entiendo que las comunidades de aprendizaje son por ahora una buena respuesta a las necesidades de regeneración de la escuela, y que sus métodos alejados de las prácticas comúnmente extendidas, no sólo están avalados por la comunidad científica sino que han aportado bienestar, integración social y resultados académicos positivos a cientos de niños que ya lo han probado.
A mi modo de ver quedan algunas preguntas en el aire ¿Es conveniente cambiar en todos los casos el modelo organizativo tradicional por éste? ¿Cuál es la viabilidad del proyecto en términos de coste social y económico? ¿Está la sociedad preparada para adoptar la parte de implicación que requiere el proyecto?

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